miércoles, 22 de octubre de 2008

Felizmente cansada

Llego reventada del cansancio a las 7:30 p.m., muerta del hambre y del calor y con ganas de dormir, pero antes debo poner en la lavadora el uniforme blanco de las prácticas, porque a los dos días de uso las mangas y el cuello están negros. Ni hablar del mico, que de sólo lavar el trapero queda absolutamente negro.
Los dedos gordos de los pies me duelen como si me los estuvieran estripando 24/7, porque los zuecos antideslizantes del uniforme me quedan dos milímetros estrechos. Era eso o nadar en zapatos talla 40.
Además de tener que pensar todo el día en cómo organizar mi tiempo para escribir los artículos que tengo que escribir, para hacer las tareas y para reunirme con mi equipo y cuadrar exposiciones de temas como "propiedades físico-químicas de la carne de res", no debo olvidar que tengo novio y amigos y familia y que ya, al parecer, no tengo energías ni para eso.
El que quiere marrones que aguante tirones, dice mamá. Yo lo sé, yo sé que es duro, yo sé que es difícil, yo sé que hay que hacer esfuerzos y creo que nunca se me cruzó por la cabeza renunciar para estar parada seis horas picando ajos en brunoise mientras otros cinco compañeros limpiaban 30 kilos de ternera y el resto armaban pasteles Gloria con un hojaldre reutilizado y mediocre (desde mi punto de vista).
Pero qué le hacemos, esa sensación maravillosa de ponerme el uniforme, acomodarme el gorrito lindo, amarrarme el portacuchillos, sacar la chaira y empezarles a sacar filo a los cuchillos, acomodarme el limpión de estrellitas en la cintura y entrar a la cocina, no tiene precio.

martes, 14 de octubre de 2008

En tu planeta me quedé.

Tiene una capacidad increíble para quitarme las cobijas a media noche, para desbaratar el orden perfecto en que tiendo mi cama si me levanto durante media hora mientras me baño y empiezo a prepararle el desayuno.
Cree que el orden se genera espontáneamente. Cree que sus medias pecuecudas van solas al canasto de la ropa sucia. Cree también que se lavan solas y que detrás de ese olor delicioso y esa suavidad inigualable con que las saca del cajón de MIS medias no hay una mano cuidadosa y atenta que se las lava y está pendiente de cuándo se secan para no dejarlas en el patio de ropas a que cojan el olor de la ciudad. 
Lo conozco cuando se siente enfermo, cuando está preocupado, cuando está caliente, cuando tiene hambre. Tiene una cara particular para cada situación, para cada momento.
Tiene también una palabra perfecta cuando me enfermo yo, cuando me preocupo yo, cuando me caliento yo, cuando me da hambre.
Me llena de palabras bonitas, de admiraciones, de elogios. Me echa flores y me dice que mil cosas hermosas que me sonrojan y me hacen sentir miedo y felicidad al mismo tiempo.
Yo respondo dándole besos y llenándolo de comida deliciosa y abrazándolo a media noche y mirándolo con ojitos brillantes mientras le doy más besos y le digo que lo quiero mucho mucho mucho.
Tal vez no se lo diga tanto como él a mí, tal vez no se lo demuestre tanto como él a mí, pero quiero creer que entiende que no quererme despegar de él nunca, prepararle comida deliciosa así no tenga ni un pelo de ganas de lavar platos y ollas, aguantarme sus ronquidos de locomotora durante la noche, soportar que me quite las cobijas, que no saque el agua estancada de la tina después de que se baña y que incluso después de habérselo dicho mil veces siga estripando mi tubo perfecto de crema dental por la mitad, no es sino una prueba inequívoca de lo mucho que lo quiero a pesar, sí, a pesar de todos y cada uno de sus defectos.
Porque somos humanos, ambos. A él le da mal genio porque soy torpe y boba y a veces digo cosas que no debería. Hago comentarios sin pensarlo, como por ejemplo: "hoy tienes pinta de atracador", y él entiende que es porque no he almorzado y me abraza y me dice nené hermosa linda preciosa cosita rica y yo sonrío y lo miro con esa-carita que sé poner de no-mato-ni-una-mosca y ya...
A veces encontramos que tenemos cosas tan pero tan parecidas que nos da miedo y nos asusta, a ambos, yo sé, que haya alguien también así al lado, en ese arrunche perfectamente amoldado que surje cuando ya conoces a la persona y cuando ya sabes en qué posición los dos cuerpos forman un molde perfecto para ver pelis.
A veces tiene pesadillas de media noche, lo abrazo y le doy besos en la espalda, y lo abrazo fuerte y él sigue dormido pero se calma. Le cuento cuando desayunamos, cual marido y mujer, y me dice que le tranquiliza mi presencia.
Le pregunto si quiere lavar los platos después del desayuno del domingo, me dice que voy a ser una gran mamá porque no lo ordeno sino que lo pido como un favor tan sutil y tan dulce que es imposible decir que no.
 
Me dijo "te amo", borracho. Me quedé fría. Le dije: "¿qué dijiste?". Fingí haber oído mal, me dijo que no había dicho nada, que me quería un montón, que hablábamos al rato.
Colgué.
Yo también.

viernes, 10 de octubre de 2008

Una pausa

Volví a la vida de estudiante, al uniforme para ir a clases (que por cierto es horrible), a las tareas, a los trabajos en grupo y a hacer Test de Cooper en mi primera clase de deporte.
Sí, que no se llama deporte dicen allá, sino "Cultura física". A mí me sabe a mierda cómo se llame pero me muero de la jartera.
Pero no importa, todo sea por cocinar.
Hoy me tocó comprar 2 libras de pepino cohombro para llevarlas. Vamos a hacer una ensalada en la segunda semana de inducción y como no es parte del plan de estudios a nosotros nos tocó llevar los ingredientes.
Tampoco importa, todo es por cocinar.
Mi vida es una sucesión de hechos maravillosos. Mi hermanita me dice y me repite que hay gente con suerte en el mundo pero que nosotras dos estamos más arriba.
Tiene razón, dos semanas después de haber dejado de trabajar ya casi completo mi salario de noviembre a punta de artículos como periodista freelance, de temas tan variados como qué comer durante el embarazo, cuáles son las ventajas y desventajas de la cirugía estética en la cara y otro sobre sugerencias licorísticas para matrimonios de rango alto, medio y bajo.
Tampoco importa, me encanta escribir, creo que lo hago bien y que además me paguen por hacerlo para sostener mis gastos estudiantiles es un completo y absoluto éxito.
Y si por el lado del trabajo y el estudio todo brilla y es hermoso, no sé qué decir de mi vida sentimental.
Bueno, puedo empezar por decir eso, que por fin tengo una vida sentimental estable, tranquila, re-la-ja-da, basada en la confianza, llena de amor, de paz, de tranquilidad, de palabras bonitas y hechos bonitos y cosas bonitas y detalles bonitos... Todo todo todo, toda mi vida en este momento es tan bonita, es tan fácil, va tan bien encaminada y fluye de una manera tan fácil, tranquila y linda que lo único que puedo hacer es mirar al cielo y dar gracias a los dioses. Pero en serio, o sea, arrodillarme y darles las gracias por todo lo maravilloso que me está pasando, por todas las cosas lindas que llegan, por el trabajo, por la gente que me tiene en cuenta para sus artículos, por el novio tan hermoso que tengo al lado, por todo. No sé, es raro, me siento como un manual de superación personal... Leo posts viejitos y me aterra darme cuenta de que hace apenas poco tiempo no tenía ni idea de en dónde estaba parada y lo único que hacía era meter mis patas a diestra y siniestra.
Qué le hacemos, c'est la vie y lo que vale es aprender...
 
Soy feliz, ¿qué más puedo decir?

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M.