miércoles, 11 de junio de 2008

Qué mediocre

Debería estar escribiendo una nota sobre Christina Ricci pero hoy quiero decir tantas cosas que prefiero perder un buen rato antes de concentrarme. Cuando quiero decir tantas cosas, contar tantas historias, a veces me bloqueo y termino diciendo nada. Es sólo que anoche a eso de las 4 de la mañana me levanté a abrirle la puerta al gato y casi no me vuelvo a dormir. Entonces empecé a pensar en todo lo que tenía que hacer hoy, en el almuerzo en  Hard Rock, en los textos que debí haber entregado la semana pasada, en que no he coordinado ni una sola foto y en Alejandro. Y pensé en Alejandro y después pensé en Ricardo y después en Camilo y después en el otro Camilo y después en el otro Ricardo y después de él en varios que preferiría olvidar porque pasaron sin pena ni gloria… Luego no pude parar y a mi cabeza llegó El loco, llegó A., llegó J., llegó D., llegó R., llegó P., llegaron todos, pasaron todos.
Hice un recorrido por mi pasado sentimental-sexual en una media hora mientras la luz de algún partido de fútbol en silencio me arrullaba y los pajaritos empezaban a cantar.
Me dormí. Esta mañana cuando abrí los ojos me di cuenta de que todos y cada uno de los hombres que han pasado por mi vida me han roto el corazón de alguna forma. Todos. Así haya sido con el menor gesto, con la palabra más inofensiva, con el acto más inocente, todos, de alguna forma, me dejaron una herida. Grande o pequeña pero herida al fin y al cabo. Y como dice Bea, la felicidad no nos deja cicatrices y yo me pregunto cómo demonios todavía soy capaz de confiar en la gente. Cómo llega alguien con palabras bonitas y pantuflas rosadas peludas de cumpleaños y yo le creo.
Ricardo es otra historia. De él hablo otro día.
No siento rencor. No me duele nada. Después de cada decepción no me  cuesta cada vez más trabajo respirar, no oigo a Fiona Apple y lagrimeo y no se me dificulta ir por el mundo siendo una persona funcional, perdón por el gerundio. Estoy anestesiada. Me entrego como siempre, me decepcionan como siempre y sé que va a pasar lo mismo una y otra vez a menos que algún día a mi estúpida cabeza se le ocurra poner los ojos en alguien que no sea lo que siempre he soñado, en alguien por quien generalmente no suspiraría, en alguien con quien normalmente no me imagino abrazada caminando por la Séptima, pero que esté dispuesto a tomarme de la mano y saltar conmigo.
Yo sé que mi príncipe azul no está a la vuelta de la esquina, pero espero que al menos esté en esta misma galaxia.

Y poco a poco
Ganó mi odio
No quisiste algo más
Y me quedé hasta el final

Y me creí tan especial
Qué ingenua mi torpeza.
Y me sentí tan esencial
Qué ingenua mi vergüenza.
Me olvidaste por mi parte
Qué mediocre.

1 comentario:

Jack dijo...

A mi también han roto el corazón siempre... y también confio en la gente aún, creo que nacimos con esa facultad y no la podemos despojar de nosotros.