viernes, 6 de junio de 2008

This is a happy end, cause you don't understand everything you have done, why's everything so wrong

Vuelvo a la vida después de un kilo de panela, 20 limones, casi 40 horas de cama, la trilogía del Señor de los Anillos, todos los partidos que alcancé de Roland Garros, una caja de Dólex Gripa, tres cajas de Kleenex y unos 10 litros de agua. Y claro, los gatos extrañados de verme todo el día en cama como una moribunda y sin fuerzas para levantarme a calentar una sopa de pollo, mucho menos para bañarme, tender la cama o dignarme a organizar el campo minado en que estaba convertido mi cuarto.
Cuarenta horas comprobando que la soltería es la peor época para tener gripa. Porque sí, Cat me calentaba la aguapanela, mi mamá siempre estuvo al teléfono dándome consejos, regañándome por no tener un termómetro a mi alcance y repitiéndome una y otra vez que dejara de trasnochar, que así iba a evitar la gripa; A. siempre estuvo ahí casi gritándome que me cuidara y Nana burlándose de mi voz de tarro y desaliento monumental…
Pero nada se compara con querer a alguien que me acompañe en mis fiebres, mis antojos, mis ganas de despertar cuando el malestar pasara del todo. Alguien que se aguante mi gripa con la certeza de tenerla él a las dos semanas y, aun sabiendo eso, me cuide como si fuera su gripa y su vida.
Pero qué se hace. La verdad es que eso no me mortifica. Me mortifica, sí, que todavía tenga el descaro de llamarme a las dos de la mañana a preguntarme por qué lo bloqueé en mi msn (a ver, ¿te lo dibujo?), a decirme que "tenía la esperanza de verme" (tonto) en la fiesta del miércoles y a cerrar con broche de oro su monólogo (porque yo ni alientos tenía para hablar): "todavía hay muchas cosas por decir".
Men are like jokes.
Yo, en serio, lo único que quiero es mantenerme tranquila, como he estado estos días. No sé si sea mucho pedir.

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